25. Úrsula y Raúl
—¿Hoy te levantas solo? —preguntó Úrsula mientras terminaba de vaciar el café en su taza—. ¡Ah! Si quieres, te toca preparar —Raúl solo gruñó mientras le robaba la cafetera—. ¿Cómo fue esa cita? ¿Eh?
—Eres una cotilla, Ur —le respondió mientras preparaba una nueva dosis de cafeína.
—Oh, eso es que ha ido mal… además, llegaste pronto anoche.
—Hoy se iba de viaje a Londres, tenía que madrugar.
—Espero que solo fuese eso —Úrsula se sentó en uno de los taburetes mientras untaba una de las tostadas—. Venga, cuéntamelo.
—Pues estuvimos paseando por el centro, nada original. Hablamos de nuestro pasado y de las cosas a las que nos gustaría dedicarnos… Ya sabes.
—Bueno, en realidad, no sé. Yo no voy por ahí repitiendo… ya lo sabes —se rió ella. Le dio un mordisco a la tostada y la dejó en el plato; luego comenzó a untar una segunda.
—¿Por qué siempre haces eso?
—¿Hacer el qué?
—Morder…
—Manía. ¡Eh! No te desvíes.
—Verónica es una chica increíble, nunca pensé que me encontraría con ella de esa manera… no es de las que salen por ahí a…
—¿A buscar un rollo? Ya, me quedó claro cuando la conocí. Espero que os salga bien. Hacéis buena pareja.
—No creo que lo esperes, eres demasiado egoísta.
—¡Oye! No soy egoísta, ¿por qué…?
—Bueno, si todo me va bien con Verónica, me acabaré mudando y tendrás que buscar un compañero de piso nuevo… y odias los cambios.
—Cierto, pero es de buena amiga desearte ahora mismo que salga bien —se defendió Úrsula—, cuando vea que ese día se acerca, ya me las arreglaré para que tu relación se vaya al garete y vengas a llorar sobre mis preciosos y turgentes pechos.
—Tus pechos nunca me han interesado.
—Y por eso eres mi compañero de piso ideal.
Úrsula y Raúl se quedaron mirándose fijamente, aguantaron solo unos segundos antes de echarse a reír.
—Te veo enamorado como nunca —dijo Úrsula dándole un mordisco a la segunda tostada y dejándola sobre el plato, luego cogió su taza—. Me alegro mucho de que te encontrases con alguien como ella y espero ser la madrina de alguno de vuestros críos.
—¡No vayas tan rápido! Por ahora solo nos estamos conociendo… además, ¿tú qué? ¿Cuándo sentarás la cabeza, Ur? Ahora, en serio, ¿no hay… nadie? Nunca me has dicho… ¿alguna vez te has enamorado?
Úrsula se bebió la taza de café de un trago antes de clavar la mirada en Raúl, enmascarada con una sonrisa y el tono de broma le contestó.
—¿Enamorada? Cada noche, cuando encuentro el ligue perfecto, pero por la mañana se desvanece como el polvo arrastrado por el viento —Suspiró. Raúl le sostuvo la mirada y ella lo entendió, decidió ponerse un poco más seria, por una vez—. Bueno, pero solo porque eres tú…
»Nunca he creído en que amar a alguien tenga que ver con poseerla, me conformo con que esa persona sea feliz. De esa manera solo me he enamorado… solo he amado —Úrsula se sonrojó, le parecía una palabra tan débil y absurda— una vez, hace mucho. No me gusta hablar de ello, pero esa persona existió y no creo que sea capaz de sentir eso mismo con nadie más.
—Eres un poco negativa, ¿no crees?
—Es mi parte romántico-dramática incorregible, que negaré tener, es una clase de amor que solo encuentras una vez, no sé explicarlo, pero da lo mismo, él tiene su vida y yo la mía, estamos bien… y, bueno, ¿alguien con quien compartir mi tiempo? Pues tiene que ser… excepcional, soy exigente, de resto me va bien con mis líos —corrigió ella. Suspiró—. No sé si existe el amor verdadero, pero si existe, era él y no somos personas… Creo que de estar juntos nos hubiésemos acabado matando, se podría decir que éramos… diferentes en lo que debíamos ser iguales e iguales en lo que teníamos que ser diferentes.
Úrsula se encogió de hombros.
—Le hecho de menos prácticamente a diario —le confesó—, pero es parte de mi pasado y allí se quedará. Creo que soy de las que se quedan solas y les va bien, que saben ser felices sin esa clase de relación. Tengo bastante asumido que «seré una loca de los gatos», bueno, lo sería si no fuese alérgica. Tengo que buscarme otro animal —se rió y mordió la primera tostada que había preparado.
—Joder, Úrsula. No sé qué decir. —Ella se encogió de hombros—. Me refiero… tantos años y nunca me lo habías dicho.
—Hay cosas de las que no me gusta hablar, son tristes y no me gusta estar triste. Prefiero ver el lado positivo. ¿Me pones un poco de ese café? Gracias. Ahora, Raúl, cuéntame tu cita, o te juro que me busco compañero nuevo ahora mismo.
—Eres…
—Ya, ya, ya. Soy muchas cosas. Pero me gusta llevar la máscara puesta, hace la vida más fácil. Además, recuerda que soy una cotilla y me gusta vivir estas cosas a través de los demás —le guiñó el ojo y Raúl se rindió— ¡Bien! Con pelos y señales, te escucho.