
Toca comenzar a profundizar en la ambientación como un elemento del relato.
La ambientación puede sustentarse en un espacio real o en uno imaginario; puede estar sujeta a un espacio físico —o no—. Incluso puede estar en un espacio en el que las reglas físicas sean diferentes, habitualmente la fantasía se construye de esta manera. Al final, la magia es un elemento con sus propias normas y unas leyes [físicas] distintas a las que conocemos.
Como decía Arthur C. Clarke: «Llamamos magia a lo que no conocemos».
También podemos trabajar, como he dicho, en ausencia de espacio: un monólogo interior reproduce la narración interna de un personaje y su visión del mundo, pero el escenario no es material, solo estamos haciendo una representación mental; pero aquí hemos venido a hablar de lo que podremos tocar en el relato.
Ambientar un relato es construir un escenario y, también, es dedicar tiempo a tomar decisiones sobre cómo interactúa ese escenario con los personajes y con el entorno inmediato.
Para poder comenzar a hacerlo deberíamos poder visualizarlo, poder ubicarlo geográficamente en algún sitio. No tiene que ser Tokio, pero sí que deberíamos tener claro si es una montaña nevada, un desierto o una ciudad subterránea. Ese es un posible punto de partida.
Otro podría ser la época en la que se desarrolla la historia. Igual que en el mundo real la historia evoluciona y los rituales o convenciones sociales cambian, aunque estés creando un mundo ficticio es recomendable que construyas, al menos, una carcasa de cómo ha sido la sucesión de sucesos que han llevado al personaje a ese mundo con esas características. Con esto trabajarás la verosimilitud y le darás mayor solidez al planteamiento.
No se trata de contar lo que ha ocurrido en el pasado y cómo afecta, es mostrar las consecuencias de que así haya sido.
El gargar de la ladera cogió el caruso, era como un cáliz que no servía para beber; en él, solo depositaban tierra recogida siempre directamente de la huella de la última pisada del fallecido y solo podían utilizar las manos. Luego subían a la montaña y lo honraban enterrando el caruso cerca del río, junto con otros que habían muerto antes, y esperaban a que el río se llevara la tierra antes de volver a descender. Abandonaban allí el caruso vacío.
El gargar que lo había contratado, lo acompañó en silencio durante todo el ritual, aunque le sorprendía que abandonase el cuerpo de su compañero en el camino para centrarse en la tierra. Casi a mitad del camino de vuelta, le preguntó por aquella peculiaridad.
«Nuestros cuerpos son de los elementos cuando ya no nos pertenecen» le dijo, «así me lo enseñó mi akara». No volvieron a donde el cuerpo de su compañero había fenecido, siguieron el camino para cumplir el trabajo encargado por el gargar y atravesaron la ladera por el camino hasta llegar a la cordillera Amur, donde se despidieron y el gargar le pagó lo acordado.
El pasado de las localizaciones temporales da mayor consistencia a la cultura en la que se desenvolverán los personajes, la enriquecerán. Conocer la evolución cultural y tratar de darle cuerpo a las costumbres de los personajes. No significa hacer un ensayo de 500 páginas sobre cada detalle que vayas a utilizar, se trata de que parezca real, consistente. Esa consistencia debe trabajarse en torno a los temas que sean los pilares de la historia y la afecten directamente.
Tener claro esto y afrontar el trabajo de escritura haciendo el ejercicio consciente, hará que el texto esté más cohesionado y, por muy ficticio que sea el escenario, para el lector será creíble porque sentirá que puede imaginarse en él.
Todo esto se resume en tomar notas del ambiente físico y, también, de la parte más emocional. La tensión en el relato, en los sucesos que acontecen alrededor de un personaje, también hay que cuidarla y, a esa tensión —que es mantener al lector expectante—, contribuye muchas veces el escenario que elijamos.
No tendrá la misma tensión un relato en el que alguien no sabe gestionar sus emociones y se cabrea porque lo insultan si ocurre en una cafetería o si ocurre en una trinchera rodeada de enemigos.
El carácter de los personajes se forja y se muestra muchas veces por las soluciones que toman a las situaciones en que, como escritor, lo sometes.
El lenguaje de los personajes en estas escenas va a ser diferente y la ambientación es el vehículo para transmitir la atmósfera al lector. Un lector que quiere sentirse más cerca del personaje, porque lo que busca es sentir que la historia podría estarle pasando a él.
Es importante elegir bien la época, el escenario, las costumbre y usos del personaje y de su entorno; también es relativamente sencillo, muchas veces el lugar llega solo con el contexto o junto con la idea. La complicación está habitualmente en cómo le hacemos llegar al lector esta información.
El ambiente sociocultural es una pieza fundamental para transmitir información. Las costumbres de los personajes ayudan mucho a poner en situación al lector y entender las normas de juego que rigen el relato. Imaginar, aunque sea brevemente, cómo ha sido el entorno y la crianza de los personajes puede ayudarnos a decidir cómo lidian con los conflictos a través de la educación y la percepción externa. Cómo se relaciona y cómo lo percibe su entorno.
Imagina un país militarizado con una sociedad con armas en casa en la que los conflictos se resuelven a machetazos y aparece un único individuo que habla de resolver las disputas con diálogo. La respuesta no será igual que si, en una sociedad pacífica, aparece un personaje agresivo. Cómo lidiar con el conflicto es la clave. Y para eso hay que generar un contexto donde mostrar las costumbres, los detalles en los que se consolidan las experiencias, las incongruencias… conseguir estos detalles hace que el lector se meta en la escena.
Para evitar las incongruencias es importante documentarse, incluso en las ficciones que comparten muy poca similitud con nuestro mundo. En estos casos, la documentación no requiere de tanta investigación externa, sino interna del escritor. Cada tipo de género literario requiere una documentación particular.
En la fase de documentación recopilamos mucha información que nos llama la atención. Es ligeramente diferente hacer la documentación de una historia ambientada en la Edad Media a cuando estamos construyendo un mundo único. En el segundo caso no existe documentación, pero recurrimos muchas veces a los tropos del género fantástico, porque facilitan el trabajo y son seres reconocibles por la cultura popular: vampiros, brujas, elfos, enanos, medianos… se han convertido en los tópicos de la fantasía. Usar los tropos del fantástico es fácil.
En los últimos años hay una tendencia a darle una vuelta de tuerca al género y descubrir nuevas vías para sorprender al lector, de ahí los experimentos en los que se mezclan varios géneros con diferente resultado.
Mi consejo para esta quincena es que te desvíes un poco de los tropos, que leas otros géneros y descubras sus propios tropos para así poder incluirlos en tus historias y salir un poco de lo tópico.