Año 2020, Tierra
Un par de teléfonos retransmitían el ritual del aquelarre. Más de 166 millones de personas asistían, a través de sus pantallas, a la primera ceremonia que hacían en directo. Muchos intentaban encontrar los trucos que utilizaban para mantener engañados a los que, fervientemente, creían en los poderes mágicos de los vídeos virales que las habían lanzado a la fama. No había foro en el que no tuviesen abierto un debate, en Twitter eran la cuenta más seguida y se habían convertido en Trending Topic, tanto que los informativos se apresuraron a informar del boom de las trece brujas de Farlka.
Se sentaron todas en un círculo iluminado por velas, encerradas en una habitación de paredes oscuras y suelo de madera, taparon la luz del sol con cortinas gruesas. Como era de esperar, todas las brujas vestían de riguroso negro, habían tapado con maquillaje oscuro toda señal del rosado de los labios, las uñas las pintaron a juego. La que se hacía llamar bruja madre se levantó y saludó primero a sus doce hermanas, luego a los followers y haters que compartían el evento desde sus casas.
Explicó que iba a hacer el mayor conjuro al que un aquelarre podía enfrentarse: cambiarían el día por la noche y, para los que siguieran el evento en la otra parte del mundo, su noche se convertiría en día. Iban a darle la vuelta al planeta.
Se levantaron y comenzaron a recitar, con palabras aparentemente inventadas y acompañadas de movimientos que podrían haber salido de un taller de improvisación. El hechizo debía terminar justo a las doce de la mañana para que surtiera efecto.
Al principio, el ritual extrañaba; luego, la melodía monótona y la danza de las brujas hipnotizaba a los espectadores que, a través de la pantalla, apenas veían sombras que se movían de un lado para otro, retándolos a que no las perdieran de vista.
Al pronunciar la última palabra, las brujas quedaron inmóviles con los brazos abiertos. El dong profundo de un reloj proclamó las doce. La ejecución del conjuro había terminado en el momento debido.
Más de 166 millones de corazones aguardaron en la garganta. Todos contuvieron la respiración. El día no se intercambió por la noche, al menos no justo en ese momento y no exactamente como todos habían esperado.
Primero, ocurrió el terremoto; luego, la transmisión se cortó y todos alzaron la vista de sus pantallas.
Año 0, Arreit
Los cambios naturales del idioma habían hecho estragos en el lenguaje de la brujería. Las trece brujas de Farlka disolvieron el círculo tras el terremoto, recogieron los móviles que todavía fingían retransmitir y se dirigieron a las ventanas, seguras de que, cuando las abrieran, la oscuridad y la luna serían reinas del cielo.
Corrieron las cortinas y los objetivos no tuvieron que adaptarse al cambio de luz. Solo la luna se alzaba en el cielo, pero había algo más, algo extraño, su casa parecía intacta, entera, pero el resto del barrio ahora lo sustituía una pradera verde de avellanos.
Algunas se alarmaron, descubrieron que sus móviles no recibían ninguna señal. La bruja madre pidió calma y volvió al libro, a estudiar las anotaciones. Se lo tomó con tranquilidad. Analizó el texto, en silencio, mientras las demás trataban de disimular la histeria. Quizá se habían teletransportado en el tiempo.
Alguna se aventuró al exterior, pisó la hierba que había sido asfalto y se mareó, la atmósfera era más liviana, más fresca, olía diferente. Las estrellas titilaban en un cielo nítido y despejado. La luna permanecía en cuarto menguante.
Era la Tierra, pero tenían la sensación de estar en otro lugar.
La bruja madre tardó tres días en responder, a ellas y a los desgraciados que habían encontrado cerca y que habían acampado debajo de los avellanos.
—Atención todos —comenzó la bruja madre—. El ritual ha surtido efecto, pero no era el que esperábamos. Tras haber estudiado y rehecho las traducciones, he descubierto que interpretamos de forma errónea el conjuro.
»Quiero confirmaros que estamos en la Tierra, pero no en la nuestra. No hemos viajado en el tiempo, como alguna me ha sugerido. El conjuro que hemos realizado con éxito nos ha permitido crear un duplicado de la Tierra. No sé donde está la original ni donde estamos nosotros. Además, añadimos un elemento «purificador». Nuestra Tierra no es una copia exacta, es una copia sin el elemento que más ha intoxicado el planeta: el ser humano.
Los murmullos se extendieron.
—Mantened la calma, por favor. Esto puede ser una gran oportunidad, hemos demostrado que la magia existe, hemos creado un mundo nuevo a través de la magia y todos creéis en ella, la habéis experimentado. Podemos trabajar para que este planeta sea todo lo que no fue la Tierra, es una segunda oportunidad —la bruja madre hizo una pausa, sonrió mientras analizaba a la masa—. Será un reto duro, no os voy a engañar, pero no nos queda otra opción.
»Hay cosas que quiero que tengáis también presentes. Este planeta ha sido creado por nosotros, pero la magia le ha dado un pasado, lo ha hecho evolucionar sin nosotros. Es posible que existan otras criaturas. No quiero que cometamos los mismos errores que se cometieron en la Tierra, quiero que la bondad, la cordialidad y la paz reinen en este mundo.
»También necesito que hagáis una última cosa por mí. Debéis partir, viajar y encontrar a todos los humanos que hemos transportado y comunicarles lo que ahora sabéis.
La bruja madre siguió hablando, con una fingida autoridad, y, aunque la incertidumbre y el miedo la atenazaban, demostró que aquel magnetismo que la había convertido en reina de las redes sociales, podía utilizarlo para crear un mundo mágico.
Año 2020, Tierra
Estaban en una cafetería, aprovechaban el día libre para pasar el rato juntos. La tarta de chocolate desaparecía mientras planeaban su próximo viaje romántico y la televisión los acompañaba sin recibir una atención especial.
El terremoto sacudió el establecimiento. Los cafés acabaron en el suelo y los dos tortolitos se escondieron debajo de la mesa. Cuando pasó, tardaron en asomarse. Ambos se miraron y luego, pidiendo una respuesta, prestaron atención al final del capítulo que todavía no habían interrumpido los informativos.
El camarero les preguntó si estaban bien y asintieron. Volvieron a prestar atención al aparato. Estaban seguros de que informarían rápido de algo como aquello.
Tenían razón.
La cara de Matías era seria, pero no hizo ninguna mención al terremoto, al menos, no al principio. Informó sobre una explosión que había calcinado una vivienda. Parecía que ninguna otra había sufrido defectos por la onda expansiva.
Después, el presentador hizo referencia al terremoto: «se ha registrado en toda la corteza terrestre. Todavía investigan el origen».
Año 2030, Tierra
La presentadora artificial sonreía y los telespectadores escuchaban la selección de noticias para aquel lunes.
—Han pasado diez años del enigma de Farlka y, hoy en día, siguen sin existir evidencias claras de los diferentes sucesos registrados. Nuestro compañero nos lo cuenta en profundidad. Buenas tardes, Felipe.
—Hola, Fina. Hola a todos nuestros telespectadores. Pues sí, hace diez años ocurrió una catástrofe en este lugar que tengo a mi espalda y que hoy se ha convertido en lugar de culto para los escépticos del movimiento científico que afirman que lo que las Farlka hicieron fue demostrar que todavía quedaba magia en este mundo.
»Los seguidores del movimiento científico han asegurado que el truco al que las brujas habían sometido al mundo estaba muy estudiado y que lo demuestra el hecho de que nunca se encontrasen restos en la zona donde supuestamente se realizó el ritual. Otros, que se han unido en el grupo Alianza por la Libertad de la Magia y que, en estos últimos años, ha estado estudiando los eventos de aquel día, afirman que el suceso fue verídico, que algo salió realmente mal y que, según sus estudios, las desapariciones que se denunciaron en todo el mundo en las horas siguientes están relacionadas. Ninguno de los 174 millones de denuncias realizadas se ha podido resolver y, además, se cree que estaban haciendo un seguimiento activo del evento; la ALM ha asegurado que es posible que corrieran la misma suerte que ellas.
»Los investigadores oficiales cada vez dan menos datos, mantienen la prudencia y no realizan declaraciones públicas; y ya no tratan de refutar, confirmar ni desmentir las afirmaciones de la ALM que sugieren la relación. Puede que sea una estrategia para no darles más voz, pero ya hemos visto antes que el silencio de las administraciones ayuda a que estos movimientos adquieran más fuerza social. Eso sí, las desapariciones han favorecido la colaboración internacional de todos los países y cada vez hay más rumores de que estas misteriosas desapariciones, ocurridas a la vez que el terremoto de Yellowstone, sí tienen relación.
»Confiamos, Fina, en que las familias que perdieron a seres queridos, algún día encuentren una respuesta y que los investigadores puedan facilitarnos pistas sobre todos aquellos sucesos que, diez años después, todavía no podemos olvidar. Aunque cada vez se hace más difícil encontrar una explicación al enigma de Farlka que satisfaga a todos los sectores interesados.
—Muchas gracias, Felipe —despidió la presentadora al reportero y la cámara se centró de nuevo en ella—. Mientras esperamos que algún día se resuelva, vamos con noticias más curiosas. ¿Estamos solos en el universo? Los astrónomos ya tienen una respuesta a esta pregunta. Nos cuenta esta historia Inmaculada. Hola, Inma.
—Hola, Fina. Pues no, no estamos solos en el universo y es que, tanto tiempo buscando en estrellas lejanas y resulta que no teníamos que irnos tan lejos. Gracias a un recolector de basura espacial extraviado, hemos conseguido descubrir que la Tierra tiene un planeta gemelo que comparte su órbita alrededor del Sol.
»Este planeta tiene a toda la comunidad científica en vilo. Los astrónomos y astrofísicos se han visto obligados a revisar los datos que habían obtenido en otras investigaciones sobre el Sistema Solar y que nunca arrojaron ninguna evidencia sobre su existencia. El descubrimiento se realizó hace seis años, pero la CCI decidió mantenerlo en secreto mientras investigaban la anomalía. Rusia ha sido la que ha terminado por confirmar, no solo la existencia de este planeta, sino también la existencia de vida en él.
»Mientras tanto, en un comunicado en paralelo de la NASA, en el que reconocen haberlo estado estudiando en secreto los últimos cinco años, describen el asombro con el que se encontraron al analizar los resultados en cuanto a sus características físicas, exactas con el nuestro. No solo eso, además, este planeta, que ya han bautizado como Arreit, tiene un satélite de características idénticas a nuestra Luna. Y es que, no solo son las características geológicas, Fina, los astrónomos dicen que el cuerpo se mueve a la misma velocidad de rotación y traslación y que, aunque la evolución de la vida parece haber tenido otro desarrollo, comparte demasiados parámetros con los datos obtenidos en las investigaciones sobre la vida que se han hecho en nuestro propio planeta.
—Pero, Inma, ¿por qué han tenido la existencia de este planeta tanto tiempo en secreto?
—Pues, en el comunicado, de 1438 páginas, Inma, explican que no querían alarmar a la población, ya que el descubrimiento fue extraño, y quisieron ser cautos. Parece que, en cierto modo, el universo podría estar dándonos una segunda oportunidad con este hallazgo.
Año 2060, Tierra
—Cuéntame, papi, la historia del planeta fantasma —le pidió, mientras este, con mimo, lo arropaba con aquella sábana de Carboxtil azul cobalto y estrellas que titilaban para mitigar la noche en el cubículo del niño de seis años.
El padre, bastante joven, suspiró y acarició el tejido iluminado. Habían pasado cuarenta años y el suceso había inspirado a más de un escritor descabellado. El fenómeno popular en los años 80 del siglo xx por el que ciertas personas se creían las conspiraciones gubernamentales sobre los ocultamientos de la existencia de vida en otros planetas y de encuentros con extraterrestres sufrió un repunte en 2039, tras la desaparición repentina del Rover y del planeta bautizado como Arreit.
Aquello conmocionó a mucha gente, que perdió la esperanza que habían depositado en el descubrimiento del gemelo oculto de la Tierra y había desencadenado suicidios en masa provocados por la certeza de que estaban al borde del colapso y decidieron quitarse del medio.
El descenso de la población tras las desapariciones asociadas al fenómeno de Farlka, unido a los suicidios masivos, permitió que la Agenda de 2050 se aplazase hasta 2060 sin hacer nada reseñable.
Los daños eran irreparables: páramos de exclusión inmensos y especies extintas, no existía ciencia capaz de revertir el calentamiento del planeta… La vida en los trópicos se había convertido en asfixiante para la mayoría de las especies, aunque se sabía que algunas sobrevivían en Sácanas.
El ser humano se había refugiado cerca de los polos, donde el verde había dejado de ser manso y los inviernos níveos, pero que conseguían mantener las lluvias de regadío gracias a las máquinas de condensación de acuíferos. Había acabado en burbujas que algunos llamaban tumbas vivas.
Toda la baraja de naipes había caído de golpe sobre aquellos que sobrevivieron a la gran crisis en 2050, los congresos políticos y gabinetes de crisis se sucedían prácticamente cada día, buscando soluciones desesperadas a los problemas que se habían dejado para más adelante… hasta que ya no lo hubo.
La Tierra se moría y no había donde escapar. El pulmón verde cada vez tenía más tumores por los incendios espontáneos. Las abejas dejaron de polinizar flores, se extinguieron los escarabajos y arañas. Los gorilas y las jirafas pasaron a ser parte de cuentos infantiles que hablaban de ecología y los huesos de los últimos rinocerontes fueron solo parte del fondo de los museos de memoria biológica. Sobrevivieron las cucarachas, las palomas y los humanos, también aquellos animales ligados a las necesidades humanas: cerdos, gallinas y cabras. Los colores de las flores se marchitaron cuando las últimas abejas mecánicas dejaron de funcionar y los esfuerzos de los científicos se centraron en la nanotecnología y los granos de trigo y maíz para sostener lo que les quedaba.
Heredaron una Tierra de heridas sin coser.
El padre sintió vergüenza, aunque había sido solo un niño cuando todo ocurrió. Nunca entendió cómo los abuelos pudieron ser tan egoístas. Sabían cuál iba a ser el legado y siguieron adelante. Ahora, su hijo le pedía otra vez la última huida hacia delante de la generación anterior. El último fracaso que los llevó al apocalipsis según el ser humano.
—Cuando los astrónomos de hace cuarenta años encontraron la falsa masa que luego confirmaron que correspondía a un «eco» de los residuos que nuestro propio planeta… —le comenzó a contar, tal como se lo habían contado a él.
Año 2050, Tierra
Era una sala pequeña de paredes blancas y escritorios grises, las sillas se reunían en torno a uno de los monitores gigantes. Los científicos se mantenían expectantes, concentrados en los datos que les remitía la sonda HOPE, faltaban menos de diez minutos para que entrase en contacto con la atmósfera de Arreit y menos de treinta para que hiciera el aterrizaje. En ese momento, el presidente entró en la sala, algún científico, de los que estaban más separados del monitor, alzó la vista para recibirlos, otros los miraron de reojo y la mayor parte los ignoró.
—¿Cómo va? El último informe.
—Está comenzando a penetrar la atmósfera —informó Víctor, los nervios que le temblaban en la voz podían deberse al presidente, aunque era más probable que fuesen por las implicaciones de que el Rover confirmara las sospechas y que la humanidad estuviese a menos de una hora de saber si tendrían una segunda oportunidad.
—Eso mismo me dijeron hace quince minutos —se quejó el presidente, algo decepcionado por la falta de novedad.
—Bueno, es cuestión de paciencia y debemos tener mucho cuidado en esta fase. Aunque hemos hecho cálculos, por ahora solo ha sido una estimación de cómo es la atmósfera de este planeta. Hay muchas cosas que podrían salir… bueno, tenemos que actuar de forma cuidadosa para no estropear la misión en el último momento.
—¿Puedo ver las imágenes?
—¡Claro! Por favor, acompáñeme. No, ahí no, mejor nos ponemos en aquel, así estaremos más cómodos. —Arrastró dos sillas por la sala y las colocó en un ordenador más antiguo que dibujaba un laberinto de tuberías. El presidente sonrió.
—¡Vaya! Hacía tiempo que no veía un salvapantalla de estos.
—Sí —sonrió el científico—, Gonzalo es un romántico. Veamos. Aquí están.
—¿Eso qué es?
—Son las últimas imágenes. En principio, lo que nos está mostrando HOPE es la superficie del planeta; por ahora, nos vale para saber cómo manejarla y desviarla hacia una zona de aterrizaje medianamente segura. Las fotos posteriores para lo único que nos servirán es para saber que el rumbo elegido ha sido el correcto, llegados a este punto, tendremos muy poco margen de maniobra para arreglar cualquier desviación, así que debemos tener cuidado con las últimas órdenes que le enviemos a la sonda.
—Es verde.
—Sí, lo es. Es maravilloso. Es sorprendente que hayamos tenido otro planeta con vida tan cerca y… que sea tan similar al nuestro… De hecho, ¿no te preguntas muchas veces sobre…
—¿Cuándo está estimado el aterrizaje? —lo interrumpió el presidente.
—¡Oh!, claro. Carlos, ¿cómo van los cálculos?
—Acabamos de enviar las últimas coordenadas, en cinco minutos tendremos confirmación e iniciará el descenso sobre el planeta. A partir de entonces, recibiremos imágenes cada medio minuto, pero la latencia es de quince.
—Bien, ¿entonces? ¿Cuándo llegará a tierra?
—Unos cuarenta minutos, más o menos.
El presidente inspiró, si estaba nervioso no lo demostró en ningún momento, pero Víctor imaginó en su rabillo del ojo una leve impaciencia. Al presidente parecía importarle el tiempo demasiado, cada segundo debía rellenarse, esperar no parecía su punto fuerte y, ahora, era lo que tocaba. «Suerte de que no se decantó por las ciencias», pensó, ahí la paciencia es tan necesaria como los niveles de oxígeno que esperaban que el Rover confirmase de la atmósfera de Arreit.
Pasaron veinte minutos. Ya tenían imágenes del descenso, todo transcurrió con normalidad hasta que, en la última fotografía que recibirían apareció un objeto extraño.
—Dime que el desenfoque me está jugando una mala pasada —pidió Víctor—, ¿eso no es un hipogrifo?
—¿Un qué?
—Ya sabes, el bicho con alas ese de las películas antiguas de Harry Potter.
Año 30, Arreit
Se rio.
—Es un maldito campo de girasoles.
—Sí, a les efles y a las afnines los predispone a abrirse a nuevas ideas.
—Ya, pero a los enanes los pone de mal humor.
—¡Ah! Por eso, los asientos son de piedra tallada con laberintos, así se entretendrán y no prestarán tanta atención al entorno.
—Estás en todo, serás una digna sucesora.
—No diga eso, bruja madre, todavía…
—Tenía casi treinta años cuando llegamos a este planeta y he invertido treinta más en que los humanos tengan un lugar aquí, en evitar el genocidio y en organizar un mundo para el que no seamos parásitos. No he podido hacerlo sin vosotras, pero ser la referencia tiene consecuencias que se manifiestan físicamente. Ten esto presente para cuando alcances la posición para la que te estoy preparando.
—Sí, bruja madre.
—¿Qué hay del sol? Sabes que últimamente me afecta la piel.
—Hemos dispuesto parasoles de hoja de arándano, el aroma favorito de los ednuedes, así nos garantizaremos que cooperen.
—¿Y qué hay de los etnagiges?
—Siguen manteniéndose firmes en su enemistad con nosotros y con toda criatura que se nos una. Según dicen, acabaremos por hacer lo que ya intentamos una vez. Es como si supieran cosas de la Tierra, no sé…
—Su magia es poderosa y extraña, son naturaleza pura, he estado años tratando de encontrar sentido a cómo interactúan con ella y no he sido capaz de entenderlo. Igual hay un pasado en la Tierra que nosotros infantilizamos con mitos, ¿quién sabe? Son solo conjeturas que no merecen tiempo. Lo que importa es el futuro y es en lo que tenemos que centrarnos.
—Sí, bruja madre.
—Lo que importa es que hoy obtengamos la alianza y, recuerda, para este mundo soy ajurb narg.
—Sí, ajurb narg.
Sonrieron.
***
Ovinyel se sentó y acarició la superficie pulida de piedra con agrado, luego miró a su alrededor y acabó fijándose en la ajurb narg, trató de que no se reflejara ninguna emoción en su rostro, por supuesto, la afle no se fiaba de la máxima representante de los ejurb, cosa que a la ajurb narg no le había parecido del todo mal. Era la primera que había llegado y había aprovechado para admirar los losariges que se extendían por el prado.
—¿Los había también allí? —preguntó.
—Sí, pero no en campos naturales —respondió la ajurb—, los cultivábamos para recoger sus semillas y comérnoslas.
Ovinyel asintió y mantuvo el silencio unos segundos, luego hizo un gesto a uno de los tres acompañantes que había traído y que se mantenían en guardia detrás de ella. Se acercó a uno de los losariges y arrancó con suavidad un par de pétalos que le entregó.
—Nosotros cuidamos las semillas y las esparcimos, machacamos las hojas y las mezclamos con agua tibia, también las comemos frescas —Ovinyel se metió una en la boca y le ofreció la otra a la ajurb, quien la declinó.
—No creo que me sentase bien, nuestros estómagos son diferentes; los maleducamos durante generaciones y pago las consecuencias. —Se rio suavemente y se acarició la mejilla, quizá recordando algo de su vida en la otra Tierra.
En aquel momento, los losariges comenzaron a temblar en contra del viento que arrullaba con la ayuda de las flores.
Un ojenoc —del tamaño de los conejos de Flandes de la Tierra—, de color blanco y negro, asomó el hocico entre los tallos y brincó hacia el lugar de la reunión, sobre él, Aerie, erguida, guiaba a la montura con destreza. Era una adneud de alas finas, pero fuertes, que le permitían volar y, aunque hubiese sido más rápida viajando sola, prefería utilizar al ojenoc y demostrar que había sometido a la naturaleza. Cierto era que no se debía subestimar a los edneudes, eran los más beligerantes y efectivos contra sus enemigos naturales, los etnagiges.
Aerie alzó la vista e inspiró, disfrutando del aroma. Incluso se permitió cerrar los ojos.
—¡Onadnáras! —Su voz dibujaba alegría—, sin duda la anfitriona tiene detalles interesantes, ¿su agasajo se debe a una mera cortesía o hay algo más? —Sonrió y dejó su montura para volar hasta el asiento, decorado con hiedras, que habían preparado para dejarla a la misma altura que los demás—. Ajurb narg, estoy encantada de asistir. Me alegro de que aceptarais la petición, Ovinyel.
Ambas asintieron y se sonrieron. Esperaban que apareciera la afnin, Akhelia, que llegó poco después con una cesta de frutas que ofrendó a la ajurb, como era su costumbre. Igual que los edneudes, estaba muy vinculada a la naturaleza y a la protección, sobre todo, de los bosques.
Akhelia tenía ojos grandes y la figura fina y esbelta. Ovinyel trató de ocultar su desagrado. Las afnines nunca habían resonado con los efles, a quienes despreciaban por utilitaristas; los efles siempre les habían dado mala fama a las afnines, al considerarlas un problema cuando se asentaban cerca o dentro de los bosques. Ovinyel no se fiaba de ella, menos cuando había sido desterrada y era la única que se había aventurado fuera de su bosque.
Aerie sonrió ampliamente a Akhelia.
La ajurb narg sabía del contexto y las mantuvo a la misma altura; ella presidía y mantenía a Ovinyel a su derecha y a Akhelia a su izquierda, a Aerie se le había dispuesto el sitio al lado de Ovinyel y, cuando llegase, Lonton, el representante de los enanes, ocuparía su lugar entre Aerie y Akhelia.
La comitiva de onanes se acercaba a paso lento, eran cinco armaduras de plata bruñida. No es que estuviesen preparándose para un conflicto, los enanes siempre vestían con metal.
Estaban a menos de diez metros cuando Aerie avisó de que una estrella caía del cielo. Todas miraron en la dirección que había señalado la adneud y Lonton se detuvo, con tan mala suerte que, de forma no controlada, el Rover de la Tierra le arreitizó encima.
A unos metros de la zona de impacto, sobre los losariges, acabó el cuerpo chamuscado del ofirgopih contra el que había impactado el aparato terrestre.
—¿Lonton? ¡Lonton! Está… —la ajurb narg se quedó en la cresta del cráter, los otros cuatro enanes estaban tirados en el suelo, pero vivos, asimilando la conmoción. Lonton no había corrido tanta suerte, el impacto directo lo había aplastado.
El cuerpo de la ajurb narg se tensó involuntariamente. Los enanes tenían poca paciencia y la sangre muy caliente. Igual declaraban la guerra, lo contrario que pretendía ella.
El primer onane que se levantó del suelo fue Lumiere, su enfado nació al ver que su primo se había convertido en un amasijo de carne quemada bajo un montón de chatarra espacial.
—¡Hicimos muy bien cuando, en los albores del mundo, liquidamos a los enamuh!, deberíamos hacer lo mismo ahora con los ejurbes.
—No era nuestro deseo que…
—¡Ah! No, pero ha ocurrido y apuesto que este artefacto es cosa de los enamuhes de esa Tierra tuya, ¡ja! ¿Sabes lo ridículo que suena tierra? Poco originales llamándola justo al contrario que Arreit. Dame una razón para no exterminarte ahora mismo.
—Querido Lumiere —intervino Ovinyel—, sabes perfectamente que esto no es culpa de la ajurb, ella trata de ser diferente a los enamuhes que sufrimos, trata de unirnos y de crear vínculos con la naturaleza. ¿Acaso no queremos todos vivir en equilibrio?
Lumiere bajó la vista y la sangre se le enfrió. Asumió la responsabilidad que antes había tenido Lonton, se sentó en el pentagrama de sillas, tal como se había dispuesto, entre la afnin y la adneud, y comenzaron la reunión, distrayéndose a menudo con el cráter en el que se enfriaban Lonton y el Rover.
Lumiere nunca lo reconocería, pero aquel hecho fortuito le alivió los nervios; después de todo, Lonton se acababa de enterar de que él era el amante de su ahora viuda y aquello hubiese hecho que, una vez la reunión se hubiese terminado, a Lumiere le hubiese dolido mucho el cuello durante un periodo demasiado corto.
Año 31, Arreit
Había transcurrido un año cuando volvieron a reunirse en el campo de losariges, esta vez con motivos más prácticos.
El incidente que había matado prematuramente a Lonton había desviado la atención a un tema primario: ¿los enamuhes de la Tierra sabían que Arreit existía? ¿Qué intenciones podrían tener con su planeta?
Después de que la ajurb narg explicara cómo los enamuhes habían tratado a la Tierra, estuvieron de acuerdo en que no querían relacionarse con los terrestres. Se dieron un año para encontrar una forma de ocultar su existencia a los enamuhes, a sus sondas y cualquier otra cosa que pudiera ocurrírseles mandar. Tenían magia y eso era una ventaja.
Todas las especies, menos los etnagiges —a quienes ni siquiera informaron—, contribuyeron.
El contacto continuado de aquel año había permitido que las relaciones entre ellos se afianzaran, lo que, para la ajurb narg, era una gran tranquilidad y un buen comienzo. ¿Quién podía imaginar que los enamuhes, con lo tóxicos que podían ser, contribuirían a consolidar las alianzas entre los habitantes de otro planeta?
En aquella ocasión, el encuentro fue más cálido y menos diplomático. Se sentaron nuevamente en los asientos preparados por la ajurb narg y, mientras comían la fruta que había traído Akhelia y bebían el licor de Lumiere, repasaron las fórmulas mágicas, los ingredientes que debían depositar dentro de los orbes y también calcularon el tiempo que tardarían en llevarlos a los santuarios de reposo que los enanes habían tenido la gentileza de construir alrededor de todo Arreit.
—Medio año para que la red se cierre —La ajurb narg suspiró—. Me gustaría que fuese antes, pero es imposible que seamos más rápidos.
—Sí, además, es muy ambicioso —añadió Aerie—, pero me preocupa que estemos gastando demasiada energía en esto. En vez de hacer el doble de orbes, ¿no sería mejor que hiciéramos solo cien o doscientos más y los tuviéramos repartidos por si alguno falla? Quiero decir, necesitamos dos mil quinientos y nos pides cultivar cinco mil.
—El problema son las tecnologías terrestres, están conectadas continuamente y no podemos permitirnos una interrupción que deje a Arreit expuesta a la observación durante demasiado tiempo, no me gusta esa idea. Incluso podríamos, cuando nos hayamos recuperado de este esfuerzo, crear ese santuario con orbes sanos, pero quiero que cada santuario tenga su propio reemplazo. No hay que olvidar que, aunque esté nutrido de magia, estos orbes y esta red tienen una parte material que puede fallar.
—Yo estoy de acuerdo con la ajurb —intervino Lumiere—, prefiero estar tranquilo y que, si alguna de estas piezas se resquebraja, se pueda cambiar inmediatamente; ya habrá tiempo de traer una de ese gran santuario, o igual podríamos intentar arreglar las que se estropean, ¿no?
—¡Me gusta la idea! —intervino Akhelia—. Sé que es mucho trabajo para las artsos que las han cultivado, pero nos garantizan evitar a los enamuhes.
Aerie suspiró, cansada, aquel año motivando a las artsos de río para crear los orbes había sido duro, mil más después de los cinco mil no iban a ser tanto trabajo, pero les llevaría más tiempo y estaría arrastrando el año anterior. Aun así, asintió. No sabía cómo, pero Akhelia había conseguido que, pese a repudiarla, las afnines ayudasen a los edneudes y, si ellas estaban dispuestas, los edneudes no iban a ser menos. Además, a los enanes les iba a tocar hacer otro santuario para proteger los orbes de repuesto y a los ejurbes acumular magia para introducirla dentro.
—¿Nos ponemos con esto? —propuso Aerie.
Todos asumieron su papel en aquel momento e hicieron lo que la ajurb narg les pidió, tras ocho días más, los cinco mil orbes se llenaron de magia, que se activaría cuando, cada uno de ellos, se conectase en los santuarios.
Los elegidos para transportarlos partieron sobre ofirgopihes y, seis meses después, Arreit desapareció de la órbita del Sol como por arte de magia.
Año 2052, Tierra
—Antes de continuar con los deportes digitales, informamos del comunicado que se ha emitido en torno a la HOPE y al planeta que hemos estado investigando desde hace treinta y dos años. Lamentamos informar de la pérdida de la HOPE y del cierre de la misión Cognomus. Según nos comunican, tras el desenlace de la primera sonda y las imágenes confusas que se recibieron, se abrieron nuevos proyectos de alto secreto para averiguar qué había pasado y seguir con la exploración. Estas misiones no han tenido éxito debido a la incapacidad de encontrar el planeta dentro de la zona en la que debía estar.
»Este misterio ha traído de cabeza a los científicos, se sabe que alguno ha requerido de hospitalización psiquiátrica, otros han optado por repasar los datos sin ser capaces de determinar lo que ha podido producir este desequilibrio.
»El comunicado oficial de la comunidad científica hace referencia a errores de predicción, al comportamiento errático de la basura espacial y al posible paso de un gran asteroide de óxido de cobre.
»Esto ha reabierto el debate sobre la ecocosmología y la recuperación de satélites en desuso.
»La versión oficial del comunicado nos da a entender que los errores se debieron a los altos niveles de resonancia que generaba la basura. La AML ha expuesto en nota de prensa que estas explicaciones dadas por los expertos les parecen insuficientes y ponen en duda la fiabilidad de los comités éticos relacionados con el proyecto Cognomus. Además, otras asociaciones también se han referido a la ocultación y manipulación de pruebas por parte de los gobiernos, repercusión que parecen haber recibido de buen grado aquellos que son más proclives a comportamientos conspiranóicos.
»Desde aquí, no queremos instar a la desconfianza, solo a la reflexión; sobre todo, después de encontrarnos con supuestas imágenes filtradas de la misión de HOPE en la que podemos ver un paisaje natural que podría recordar a la Tierra y a una criatura que no se parece en nada a ninguna de origen terrestre.
»Los organismos oficiales han declarado que estas imágenes se han generado con sistemas de Inteligencia Artificial; aunque algunos análisis parecen verificar su origen, se ha descubierto que estas agencias verificadoras no cumplen con los estándares de calidad y están relacionadas con casos de manipulación de información. Algunas secciones de AML, incluso, han tratado de relacionar todo el Cognomus con los sucesos de Farlka.
»La sociedad se ha dividido con este tema y no sabemos qué información es la más acertada en este caso, sin duda, el tema tiene muchas lagunas y arrastra muchas preguntas. Pero a estos humildes presentadores, lo que actualmente nos preocupa es lo que vamos a hacer ahora que solo nos queda la Tierra.
—Apaga eso. Mira, el presidente ha tomado una decisión, la ha escrito aquí.
—¿Una hoja de papel? Joder, ¿tan grave es?
—Y tanto, vamos a eliminar todo el Cognomus de la memoria de la humanidad, los detalles están ahí.
—¿Cómo?
—Vamos a desinformar, como hemos hecho siempre… noticias e Internet. Ya han empezado. —Señaló la televisión—. Que todo parezca falso, un cuento para mantener a la sociedad entretenida. Las empresas gubernamentales están avisadas de desmentir y negar la existencia de todas las investigaciones, se han confiscado los artículos científicos y eliminado los registros. La peor parte se la llevan los científicos que estuvieron…
—¿Qué? ¿Cómo que se la llevan los científicos? ¿Estás hablando de hacer un…
—Sí, van a ser…, ya sabes…, ellos y sus familiares directos, todos los que entran dentro del consentimiento extendido.
—Joder, ¿cómo lo van… vamos a hacer?
—Simularán un Farlka. Luego estamos nosotros.
—¿Luego, nosotros?
—Sí —contuvo la respiración y lo soltó todo de golpe—. Usas las armas y luego las fundes…
—Mierda. ¿Cuánto nos queda?
—36 horas.
Año 2155, Tierra
—No seas ingenuo, Ene. En aquella época, había mucho secreto clasificado, pero los más problemáticos no están aquí; sabían muy bien cómo hacerlos desaparecer. No tenían escrúpulos. No encontrarás nada de las desapariciones, ni las de 2020 ni las de 2052, supongo que estarán relacionadas.
—Ya, pero siempre queda algo… y quiero encontrarlo.
—Suerte. Con lo único que nuestros antepasados han sido concienzudos es con la limpieza de las cloacas. Igual encuentras algo en los estadounidenses, pero mira que lo dudo; si yo hubiese vivido en esa época, hubiese sentido tal bochorno que hubiese hecho cualquier cosa para no dejar registro en todo el planeta. Claro, queda el imaginario popular y algo de cierto tendrán los cuentos, pero a saber cuánto se han inventado.
—Son un hilo interesante del que tirar…
—No deberías perder el tiempo con eso, Ene. No es nuestro trabajo y, actualmente, nuestro sistema…
—Lo sé. Somos máquinas biológicas y hemos optado por suprimir las emociones del sistema para evitar los errores del ego, deja de repetírmelo. Por eso mismo, me interesa este error: las desapariciones masivas, los gastos desorbitados en un supuesto estudio sobre la órbita terrestre y la basura espacial de los que no queda nada más allá de borrones en las cuentas de numerosos países… en el mismo periodo. La única maldita vez en la que parece que nuestros antepasados se pusieron de acuerdo. Obviamente, gracias a esos misterios tuvimos una prórroga con el cambio climático y todo eso… Quiero saber qué pasó.
—¿No podemos tratarlo como una primera prueba de eugenesia y pasar a temas más importantes? Hay que revisar la nueva hornada.
—Podríamos, pero creo que fue accidental y aleatoria. Me intriga y…
—La de hace cincuenta años nos ha hecho mejores, ¿no? Quizá fue una prueba que les salió mal. Lo importante es que el planeta vuelve a respirar. ¡Anda!, mira, el último informe sobre la inteligencia estimada de la nueva hornada.
—¿Un 15 % mejor conexión sináptica que la anterior?
—¡Uy!, mira estos dos.
—Demasiado desarrollados aquí y esta parte del cerebro también… No es agradable de ver, no. Sep, podríamos dejarlos para el grupo B, igual nos sorprenden.
—No me gustan las sorpresas y no desperdiciaré dos matrices del tipo A en individuos defectuosos. Márcalos como reciclaje.
Año 135, Arreit
La ajurb narg estaba equivocada en cuanto a su longevidad y murió a los 165 años, una tarde de verano cuando su nieta, de trece años, había declarado su firme intención de convertirse en una ajurb narg por los métodos antiguos y había dejado la academia.
No tenía nada que ver que Jattle se hubiese marchado con la muerte de su abuela. Era, digamos, poco habilidosa con la magia y tenía tendencia a meter la pata y a ser muy inoportuna. Tanto su madre como su abuela habían intentado reconducirla hacia otros oficios menos peligrosos, pero Jattle quería ser una ajurb, tal como su madre y su abuela.
La muerte de la anciana ajurb narg que había venido desde la Tierra fue más repentina, cuando en la cena, comentando el capricho de Jattle, se había atragantado con un pedazo de ilocórb.
Tras el funeral, tal como ella misma había escrito un siglo antes, se nombró a la nueva ajurb narg.
Por suerte, la primera ajurb narg de Arreit no se había dejado llevar por el ego de los reyes terrestres y había vinculado el cargo a los méritos, conocimientos y capacidades demostradas y no a la sangre. También supo reconocer que su hija le había salido «muy bien hecha» y que hubiese sido una ajurb narg estupenda, pero su nieta, su querida Jattle… era la razón viva de que había tomado una muy buena decisión al redactar las normas de sucesión.